Física y Quimica

Premio Nobel de Química 2011

Premios Nobel

 

 

 

Fotos y esquemas: Fundación Nobel

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  nobleprize.org

 

Premio Nobel de Química 2011

 

Dan Schecthman

 

 

"Por el descubrimiento de los cuasicristales"

Dan Schecthman (1934). Israel

 

Traducción del inglés Documento Fundación Nobel traducido

Cuando Dan Shechtman anotó  el descubrimiento galardonado con el Premio Nobel de Química 2011 en su cuaderno de notas, colocó tres signos de interrogación a su lado. Los átomos del cristal que tenía delante mostraban una simetría prohibida. Era tan imposible como construir una pelota de fútbol (una esfera) usando sólo polígonos de seis lados. Desde entonces los mosaicos con misteriosos patrones y la proporción áurea, tan usada en el arte y en las matemáticas, han ayudado a los científicos a explicar la desconcertante observación de Shechtman.

En la mañana del 8 de abril de 1982 Dan Schectman estaba estudiando una mezcla de aluminio y manganeso. La aleación tenía un aspecto extraño y recurrió al microscopio electrónico con el fin de poder observarla a nivel atómico. La imagen que se le mostró estaba fuera de toda lógica: vio círculos concéntricos, cada uno compuesto de de diez puntos brillantes, con idéntica distancia entre ellos.

Shechtman había enfriado rápidamente el brillante metal fundido y el brusco cambio de temperatura debería haber provocado un  desordenamiento total de los átomos. Pero el patrón observado contaba una historia completamente diferente: los átomos se organizaron de una manera contraria a las leyes de la naturaleza. Shechtman cuenta y recuenta los puntos. Cuatro o seis puntos en los círculos habría sido posible, pero diez, de ninguna manera. Anotó en su cuaderno: 10 veces??

Cuaderno de notas de Schelchman donde se puede ver la anotación 10 fold ??? que mostraba su extrañeza por la simetría observada en el patrón de difracción obtenido.

Patrón de difracción observado por Schecthman: círculos concéntricos cada uno de los cuales se compone de diez puntos. la figura posee simetría de orden diez. Esto es, al girar 360 (360/10) se obtiene otra figura idéntica.

Dentro de un cristal los átomos se ordenan según una secuencia que se repite con una simetría que depende de su composición química.

En la figura de la derecha se muestran patrones en los que cada átomo está rodeado de tres, cuatro o seis átomos idénticos. Las distancias entre todos los átomos son idénticas y al girar 1200, 900 ó 600 se obtiene otra figura idéntica a la primera (simetrías de orden tres, cuatro o seis). El patrón simétrico obtenido se repite en el cristal.

Sin embargo, una simetría de orden cinco (como la que se muestra en la figura 3d) no es posible, ya que las distancias entre unos átomos son menores que entre otros. Un giro de 720 (360/5) da una figura distinta de la original. No hay simetría. Una prueba evidente para que los científicos consideraran que no era posible la existencia de simetrías de orden cinco.

La misma consideración se aplica a las simetrías de orden siete

Cuando Shechtman comentó su descubrimiento, se encontró con una total oposición. Algunos, incluso, lo ridiculizaron. La mayoría afirmaron que lo que había observado era, en realidad, un cristal doble. El jefe del laboratorio le dio un libro de texto de cristalografía y le sugirió que debería leerlo. Shechtman, por supuesto, conocía la teoría, pero confiaba en sus experimentos más que el libro de texto. La  situación llevó finalmente a que su jefe le pidiera que se fuera del grupo de investigación.

Finalmente, tras múltiples dificultades y rechazos por parte de revistas científicas del artículo en el que exponía se descubrimiento, pudo publicar sus datos en noviembre de 1984, junto con Cahn, Blech y Gratias en Physical Review Letters. El artículo cayó como una bomba entre los cristalógrafos ya que cuestionaba el fundamento básico de su ciencia: que todos los cristales consisten en la repetición periódica de patrones.

No obstante, al leer la publicación muchos cristalógrafos se dieron cuenta de que habían obtenido un patrón similar durante los análisis de difracción de otros materiales, pero habían interpretado los patrones como evidencia de cristales dobles. Empezaron a escarbar en los cajones de las viejas notas de laboratorio y muy pronto cristales con patrones imposibles comenzaron a aparecer.

 

Mosaico no periódico de Penrose formado con sólo seis piezas (los pentágonos de distinto color se consideran piezas distintas). No es posible construir el mosaico completo a partir de rotaciones o traslaciones de una estructura básica.

A estas alturas una pregunta quedaba aún por responder ¿cómo estaban empaquetados los átomos en el interior del cristal para que dieran lugar a semejante patrón de difracción?

La respuesta a esta pregunta vendría de un lugar inesperados: los juegos matemáticos con mosaicos.

En la década de los setenta, un  matemático inglés, Roger Penrose, demostró que era posible construir un  mosaico con un número limitado de azulejos de forma que no existiera un patrón que se repitiera, formando lo que llamaron un mosaico no periódico

Alan Mackay construyó un mosaico de  Penrose colocando círculos, que representaban átomos, en las intersecciones . A continuación usó este modelo como una red de difracción para ver que tipo de patrón de difracción se obtenía. El resultado fue una simetría de orden diez: diez puntos brillantes formando un círculo.

En la Nochebuena de 1984, sólo cinco semanas después de que el artículo Shechtman apareciera impreso, Steinhardt y Levine publicaron un artículo donde se describían por primera vez los cristales aperiódicos que a partir de este artículo serian conocidos con el nombre de cuasicristales.

Un aspecto fascinante de los cuasicristales y de los mosaicos aperiódicos es que la llamada proporción áurea, conocida en matemáticas como la constante tau, aparece una y otra vez.

La constante tau es descrita por una secuencia de números que en el s. XIII el matemático italiano Fibonacci propuso como solución a un problema planteado sobre la cría de conejos. En esta conocidísima secuencia cada número es la suma de los dos números precedentes: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144... etc. Si se divide uno de los números altos de la serie por el número que lo precede (por ejemplo, 144/89) se obtiene un número cercano a la proporción áurea.

Antes los químicos interpretaban la regularidad en los cristales como un patrón periódico y repetitivo. Sin embargo, la sucesión de Fibonacci también es regular, a pesar de que nunca se repite, ya que sigue una regla matemática. Las distancias interatómicas en un cuasicristal se correlacionan con la secuencia de Fibonacci, los átomos se colocan de una forma ordenada, y los químicos puede predecir cómo es el interior de un cuasicristal. Sin embargo esta regularidad no es la misma que en un cristal periódico.

Corte perpendicular de un cristal de Al-Co-Ni mostrando simetría de orden diez.

Desde su descubrimiento en 1982, cientos de cuasicristales han sido sintetizados en laboratorios de todo el mundo. Sin embargo no fue hasta el verano de 2009 cuando se descubrieron los primeros cuasicristales naturales. Fueron descubiertos en un nuevo tipo de mineral encontrado en el río Khatyrka, en Rusia oriental. El mineral en cuestión se compone de aluminio, cobre y hierro y muestra  un patrón de difracción con simetría de orden diez. Se llama icosahedrita.

Debido a su singular estructura atómica los cuasicristales no son buenos conductores del calor y la electricidad y tienen superficies anti-adherentes. Su poca capacidad para el transporte térmico puede hacerlos útiles como materiales termoeléctricos, que convierten el calor en electricidad. El objetivo principal del desarrollo de estos materiales es reutilizar el calor residual de automóviles y camiones, por ejemplo.

Hoy los científicos también experimentan con cuasicristales en los recubrimientos de superficies de las sartenes, los componentes de emisión de luz de bajo consumo (LED) y para el aislamiento térmico de los motores, entre otras cosas.

La historia de Dan Shechtman no es única. Una y otra vez en la historia de la ciencia, los investigadores se han visto obligados a luchar contra las "verdades" establecidas que, posteriormente, han demostrado no ser más que meras suposiciones. Uno de los críticos más feroces de Dan Shechtman y sus cuasicristales fue Linus Pauling, también Premio Nobel en dos ocasiones. Esto demuestra claramente que incluso nuestros más grandes científicos no son inmunes a quedar atrapados en la convenciones. Mantener una mente abierta y atreverse a cuestionar el conocimiento establecido debe ser, de hecho, el rasgo más importante del carácter de un científico.