Tres galardonados
comparten el Premio Nobel de Física 2020 por sus
descubrimientos sobre uno de los fenómenos más exóticos
del universo, los agujeros negros. Roger Penrose
demostró que los agujeros negros son una consecuencia
directa de la teoría general de la relatividad.
Reinhard Genzel y Andrea Ghez descubrieron
que un objeto invisible y extremadamente pesado gobierna
las órbitas de las estrellas en el centro de nuestra
galaxia, la Vía Láctea. Un agujero negro supermasivo es
la única explicación admitida actualmente.
Roger Penrose
desarrolló ingeniosos métodos matemáticos para explorar
la teoría general de la relatividad de Albert Einstein.
Demostró que la teoría conduce a la formación de
agujeros negros, monstruos del espacio- tiempo que
capturan todo lo que entra en ellos. Nada, ni siquiera
la luz, puede escapar.
Si los
agujeros negros podrían formarse en condiciones reales
fue una cuestión que intrigó a Roger Penrose. La
respuesta, como el mismo comentó, surgió en el otoño de
1964 durante una caminata con un colega en Londres,
donde Penrose era profesor de matemáticas en el Birkbeck
College. Cuando dejaron de hablar para cruzar una calle,
se le ocurrió una idea. Después, esa tarde, pensó en
ello. Esta idea, a la que llamó “superficies atrapadas”,
era la clave que había estado buscando
inconscientemente, una herramienta matemática crucial
necesaria para describir un agujero negro.
Una
superficie atrapada obliga a todos los rayos a apuntar
hacia un centro, independientemente de si la superficie
se curva hacia afuera o hacia adentro. Utilizando
superficies atrapadas Penrose pudo demostrar que un
agujero negro siempre esconde una singularidad, un
límite donde el tiempo y el espacio desaparecen. Su
densidad es infinita y, hasta el momento, no existe una
teoría sobre cómo abordar este extrañísimo fenómeno de
la física.
Una vez
que la materia comienza a colapsar, y se forma una
superficie atrapada, nada puede detener el colapso. No
hay vuelta atrás. La materia solo puede cruzar el
horizonte de eventos de un agujero negro en una
dirección. El tiempo reemplaza entonces al espacio y
todos los caminos posibles apuntan hacia adentro, el
flujo del tiempo lleva todo hacia un final ineludible en
la singularidad . Si atraviesas el horizonte de sucesos
de un agujero negro supermasivo nadie podrá verte caer y
tu viaje continuará eternamente. Lo que ocurre dentro de
de un agujero negro es inaccesible a las leyes de la
física; los agujeros negros esconden todos sus secretos
detrás de su horizonte de eventos.
Reinhard Genzel y Andrea Ghez
lideran sendos grupos de astrónomos que se han centrado
en una región en el centro de la Vía Láctea desde
principios de la década de 1990. Con gran precisión han
cartografiado las órbitas de las estrellas más
brillantes cercanas al centro. Ambos grupos encontraron
algo, invisible y pesado, que obliga a girar a estas
estrellas. Esta masa invisible tiene alrededor de cuatro
millones de masas solares comprimidas en una región no
más grande que nuestro sistema solar. ¿Qué es lo que
hace que las estrellas en el corazón de la Vía Láctea se
muevan a velocidades tan asombrosas? Según la teoría
actual de la gravedad solo hay un candidato: un agujero
negro supermasivo.
Hace
cien años el astrónomo estadounidense Harlow Shapley fue
el primero en identificar el centro de la Vía Láctea en
la dirección de la constelación de Sagitario. Con
observaciones posteriores detectaron allí una intensa
fuente de ondas de radio que recibió el nombre de
Sagitario A*.
En la
década de 1990 los telescopios más grandes y un mejor
equipo permitieron estudios más sistemáticos de
Sagitario A *. Reinhard Genzel y Andrea Ghez comenzaron
proyectos para intentar ver a través de las nubes de
polvo el corazón de la Vía Láctea.
La llegada
de la óptica adaptativa fue crucial para mejorar las
observaciones. Los telescopios ahora están equipados con
un espejo extra que compensa la turbulencia del aire y
corrige la imagen distorsionada.
Durante
casi treinta años Reinhard Genzel y Andrea Ghez han
observado estrellas en el lejano revoltijo estelar del
centro de nuestra galaxia. Desarrollando y refinando
continuamente la tecnología con sensores de luz digital
más sensibles y mejores ópticas adaptativas, la
resolución de la imagen ha mejorado más de mil veces.
Ahora pueden determinar con mayor precisión las
posiciones de las estrellas.
Se
rastrean unas treinta de las estrellas de las más
brillantes. Las estrellas se mueven rápidamente en un
radio de un mes luz desde el centro, dentro del cual
realizan una danza agitada como la de un enjambre de
abejas. Las estrellas que se encuentran fuera de esta
zona, en cambio, siguen sus órbitas elípticas de forma
más ordenada.
Roger
Penrose demostró que los agujeros negros son una
consecuencia directa de la teoría general de la
relatividad pero en las singularidades, donde la
gravedad es infinitamente fuerte, esta teoría deja de
tener aplicación. En el campo de la física teórica se
está llevando a cabo un intenso trabajo con el fin de
elaborar una nueva teoría de la gravedad cuántica. Se
trata de conciliar los dos pilares de la física, la
teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, ya que
ambos han de aplicarse en el interior de los agujeros
negros.
Al mismo
tiempo las observaciones nos acercan a los agujeros
negros. El trabajo pionero de Reinhard Genzel y
Andrea Ghez ha abierto el camino a nuevas
pruebas, más precisas, de la teoría general de la
relatividad y sus predicciones más exóticas. Lo más
probable es que estas mediciones también puedan
proporcionar pistas para nuevos conocimientos teóricos.
El universo tiene muchos secretos y sorpresas por
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