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David
Baker |
Demis Hassabis |
John Jumper |
David Baker (1962). USA
Louis E. Brus
(1976). United Kingdom
John Jumper (1985. USA
El Premio Nobel de Química 2024 ha sido dividido. Una
mitad para David Baker, "por
el diseño computacional de proteínas", y la otra
mitad para Demis Hassabis y
John Jumper "por la predicción de las
estructuras de las proteínas".
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Los químicos han soñado durante mucho tiempo con
comprender y dominar las herramientas químicas de la vida:
las proteínas. Este sueño está ahora al
alcance de la mano. Demis Hassabis y
John Jumper han utilizado con éxito la
inteligencia artificial para predecir la estructura de
casi todas las proteínas conocidas. David Baker
ha aprendido a dominar los componentes básicos de la
vida y a crear proteínas completamente nuevas. El
potencial de sus descubrimientos es enorme.
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¿Cómo es posible la
exuberante química de la vida? La respuesta son las
proteínas, unas extraordinarias herramientas químicas.
Generalmente se construyen a partir de 20 aminoácidos que
se pueden combinar de infinitas maneras, usando la
información almacenada en el ADN como modelo.
Después, la
cadena de aminoácidos se retuerce y se pliega en una
estructura tridimensional distinta, a veces única (Figura
1). Esta estructura es la que le da a las proteínas su
función y las convierten en patrones de construcción que
pueden crear músculos, cuernos o plumas,u hormonas o
anticuerpos. También las enzimas, que impulsan las
reacciones químicas de la vida
El reto era poder predecir la estructura tridimensional de
la proteína a partir de la secuencia de los aminoácidos
que la integran. Si se consiguiera, ya no tendrían que
utilizar la complicada cristalografía de rayos X para
determinarla e incluso serían capaces de conocer las
estructuras de aquellas en las que la cristalografía de
rayos X no era aplicable.
Para fomentar la investigación en este campo se inició, en
1994, el programa Evaluación Crítica de la Predicción
de la Estructura de las Proteínas (Critical Assessment
of Protein Structure Prediction, CASP).
Cada dos años, investigadores de todo el mundo tenían
acceso a secuencias de aminoácidos en proteínas cuyas
estructuras acababan de ser determinadas, pero que eran
mantenidas en secreto. El reto consistía en predecir las
estructuras a partir de la secuencias de aminoácidos. |
Hassabis y su equipo
continuaron desarrollando AlphaFold, pero, por mucho que
lo intentaron, el algoritmo nunca llegó hasta el final. La
dura realidad era que habían llegado a un callejón sin
salida |
John Jumper
estudió física y matemáticas y en 2008 empezó a trabajar
en una empresa que utilizaba superordenadores para simular
proteínas y su dinámica y en 2011 comenzó su doctorado en
física teórica. Para ahorrar capacidad de cómputo, algo
que escaseaba en la universidad, comenzó a desarrollar
métodos más simples e ingeniosos para simular la dinámica
de proteínas. Gracias a su experiencia tenía ideas sobre
cómo mejorar AlphaFold, por lo que solicitó emplo en Deep
Mind.
La nueva versión,
AlphaFold2, fue mejorada gracias a los
conocimientos de Jumper y a la utilización del gran avance
que en la IA supusieron las redes neuronales llamadas
transformadores, las cuales pueden encontrar patrones
en enormes cantidades de datos de una manera más flexible,
determinando de manera eficiente en qué se debe enfocar el
estudio para lograr un objetivo en particular.
El equipo entrenó a
AlphaFold2 con la vasta información de las bases de datos
sobre las estructuras de proteínas y secuencias de
aminoácidos conocidas (Figura 2)
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Demis Hassabis trabajaba en
IA. En 2010 cofundó DeepMind, una empresa que desarrolló
modelos de IA para juegos de mesa y en 2018 se
inscribió en la decimotercera edición del CASP. Con su
modelo de IA, AlphaFold, ganaron, pero la
solución aún no fue lo suficientemente buena.
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En 2020, cuando los
organizadores del CASP evaluaron los resultados,
comprendieron que el reto se había conseguido. En la
mayoría de los casos, AlphaFold2 funcionó casi tan bien
como la cristalografía de rayos X, lo cual fue asombroso.
Cuando concluyó el concurso el 4 de diciembre de 2020, uno
de los fundadores de CASP, John Moult, se preguntó: ¿y
ahora qué?
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David Baker, a
finales de la década de 1990, comenzó a desarrollar un
software informático que podía predecir las estructuras de
las proteínas: Rosetta, y Baker y su equipo
usaron el software al revés. En lugar
de introducir secuencias de aminoácidos en Rosetta y
extraer las estructuras de las proteínas, deberían de ser
capaces, a partir del estudio de la estructura, de obtener
sugerencias para la secuencia de aminoácidos, lo que les
permitiría crear proteínas completamente nuevas |
El campo del diseño de
proteínas, comenzóa finales de la década de 1990.
Generalmente, los investigadores modificaban las proteínas
existentes,pero la gama de proteínas naturales es
limitada, así que el grupo de Baker decidió crearlas desde
cero. Como Baker dijo: "Si quieres construir un avión,
no empieces modificando un pájaro, debes entender los
principios de la aerodinámica
y construir máquinas voladoras a partir de ellos".
La construcción de proteínas
completamente nuevas se denomina
diseño de novo. El
grupo diseñó una proteína con una estructura completamente
nueva e hizo que Rosetta calculara la secuencia de
aminoácidos.
Resultó que Rosetta realmente
podía construir proteínas. La proteína que los
investigadores desarrollaron,
Top7,
tenía casi exactamente la estructura que habían diseñado.
Baker publicó su
descubrimiento en 2003. También liberó el código de
Rosetta, por lo que la comunidad de investigadores ha
continuado desarrollando el software, encontrando nuevas
áreas de aplicación.
Proteina Top7
Proteínas desarrolladas
usando Rosseta
La asombrosa versatilidad de
las proteínas se refleja en la gran diversidad de la
vida. Que ahora podamos visualizar fácilmente la
estructura de estas pequeñas máquinas moleculares es
alucinante y nos permite comprender mejor cómo funciona la
vida: por qué se desarrollan algunas enfermedades, cómo se
produce la resistencia a los antibióticos o por qué
algunos microbios pueden descomponer el plástico.
La capacidad de crear
proteínas con nuevas funciones es igual de asombrosa. Esto
puede conducir a nuevos nanomateriales, productos
farmacéuticos más específicos, un desarrollo más rápido de
vacunas, diminutos sensores y una industria química más
ecológica, por nombrar solo algunas aplicaciones para el
beneficio de la humanidad.
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